"No te fíes nunca de las apariencias..."

sábado, 12 de diciembre de 2009

The island of vampires 5


– Así que mi tatarabuela... ¿Has leído este diario? – le dije mientras introducía la mano en la mochila.
– No. No encontré buena idea leerlo antes, algo que pertenecía a otra persona.
– ¿Quieres que lo leamos juntas? – aquella muestra de gratitud y respeto hacia mí me gustó.

Nos sentamos en la alfombra y apoyamos la espalda en el lado de su cama. Le leí el diario desde el principio, para que no se perdiera nada en absoluto. Cuando llegamos al punto donde me había quedado yo en el barco, llegué a pensar que ella estaba más nerviosa y ansiosa de leer la historia. Comencé a leer.
18 de Mayo de 1856
Hoy a media noche he quedado en las afueras del pueblo con Jack. Sí, lo sé, es una imprudencia por nuestra parte pero odiaba ver así a Jack y entre los dos decidimos ir a buscar a su amigo Olmes. Subimos el camino de tierra que llevaba a la explanada donde estaban los cultivos. Nada. Ni un sonido en la extensa noche. Decidimos separarnos y cada uno fue en una dirección del cultivo de los olivos. Seguí el hilo de plantas y me sorprendí mucho al descubrir algo en la tierra mojada . Era una pulsera de tela, en ella estaba bordada el nombre de Olmes. Avisé a Jack el cual se quedó sorprendido. La última vez que vieron a Olmes fue en los establos. Y ahora habíamos encontrado esa pulsera, la cual siempre llevaba encima, en los cultivos unos dos kilómetros más arriba del pueblo. Eso nos hizo tener una esperanza y a la vez un horrible pensamiento. Poco después volvimos a nuestras casas. Ha sido una noche rara, pero al menos hemos encontrado algo.
Buenas noches.
Juliett

19 de Mayo de 1856
Por fin el pueblo tiene nombre. Lo han decidido los ancianos. Se llamará Poison Hill Me alegro, necesitábamos algo de distracción. Como pos-inauguración del pueblo, hemos celebrado una pequeña comida en lo que sería la plaza de la aldea. Los pequeños se lo han pasado en grande esta tarde. Correteando arriba y abajo por la plaza. A los más pequeños nos les dejan salir a jugar fuera ni salir acaso que sea con un adulto, así que hoy ha sido un día fenomenal para todos. Salvo, por descontado, y con suma tristeza, los padres de los dos desaparecidos. En fin. Ha transcurrido el día como normalmente se hace. Hoy no he visto a Jack. Que extrañó. Él no faltaría a este tipo de celebraciones, aunque con lo ocurrido con Olmes tampoco se exactamente que pasa por su mente ahora mismo. Tras terminar la fiesta volví a casa y me eché una larga siesta hasta la hora de cenar. No es que tenga sueño pero debo descansar, quien sabe lo que me depara el mañana. Buenas noches.
Juliett

20 de Mayo de 1856
Estoy deprimida, asustada, aterrada, horrorizada, angustiada. Quiero morir. Mi amigo, mi hermano, mi otra parte de corazón ha desaparecido. Jack, mi Jack ha desaparecido. Desde la mañana de ayer no se sabe nada de él. No creo que se haya adentrado más allá de la explanada a buscar a Olmes. Eso espero. Por que si lo ha hecho, no se si lo volveré a ver. Mi querido Jack. ¿Por qué te has ido sin avisar?¿Por qué no me dijiste nada? En el caso de que se haya ido por su cuenta, claro. Que eso es lo que prefiero antes de que desaparezca tal y como lo hicieron Olmes y Amanda Rose. Esta media noche pienso ir a buscarle. Me da igual lo que me pase, estoy decidida a buscarle y encontrarle, a traerle de vuelta a casa, conmigo, con su familia. Por favor, necesito saber que estás bien.
Juliett

21 de Mayo de 1856
Maldita sea. Me han descubierto cuando solo me faltaban unos metros para salir del pueblo. He gritado y pataleado. Y he llorado también. Pero no me han hecho caso, no me han dejado adentrarme a buscar a Jack. ¿Entonces, por qué no van todos ellos a buscarlo?¿Por qué no se interesan en lo más mínimo? ¿Por qué? Se que lo que está pasando no es nada bueno, nada. Quiero encontrarle, sea como sea. Quiero volver a oír su carcajada al escuchar mis intentos fallidos de contar un chiste. Quiero volver a oír su voz. Quiero ver su cara. Quiero... verle. Le amo. Le quiero más que a nada en este mundo. En este mundo ignorante. Aunque tuviera que sacrificar mi vida, tan solo por ver otra vez su rostro, sano y salvo. Pero los adultos no lo entienden. Algo extraño está pasando y no estoy loca, lo puedo asegurar. Pero a este paso... no se como acabaré.
Necesito descansar.
Juliett

Entonces oímos a la abuela de Alexa llamándonos para que bajáramos a cenar. Cerré el diario y lo escondí debajo de la cama. Descendimos las escaleras y Alexa me llevó a la cocina donde su abuela estaba friendo unos huevos y salteando algo de verduras. Me senté y apoyé mis brazos en la mesa ovalada. La abuela sirvió los platos y Alexa me puso agua en el vaso. La verdad es que cené de maravilla.
Poco después de tomar fruta de postre nos sentamos en un sofá columpio que había en el porche. La abuela se acomodó a nuestro lado y se quedó mirándome.
– ¿Quieres que te cuente algo sobre tu tatarabuela? – me preguntó de repente.
– Y tanto – asentí entusiasmada.
– Lo que os voy a contar a continuación me lo explicó mi madre. Solo te contaré algo que te servirá de provecho. Verás, tu tatarabuela desapareció poco después de tener a tu bisabuela, Maryan. Ella fue la última desaparición en esta aldea hasta mi nieto, el cual a continuado la maldita sucesión de ausencias inexplicables. Quizás en estos momentos no os sirva de mucho esta información pero... más adelante a lo mejor os hará falta – nos dedicó una sonrisa y entró en casa.
Alexa se quedó con la misma cara sorprendida que la mía. ¿Quería decir que ella sabía más cosas sobre mi abuela?¿O más cosas sobre las desapariciones?
– Ahora es tarde, pero, si quieres mañana podríamos ir a visitar a Erik, el amigo de mi hermano. A lo mejor no nos aclara nada, como la infinidad de veces que lo he intentado yo, pero si estás tú nunca se sabe.
– Está bien. Con algo de suerte averiguaremos algo nuevo.

Aquella noche me costó dormir. Habían ocurrido todas esas cosas. Mi viaje hasta Portsmouth, el recorrido en barco hacia la isla y la huida con el bote del pescador. Junto el encuentro con Alexa, la extraña historia de esta aldea y el descubrimiento de que la escritora del diario, Juliett, era mi bisabuela. Y todo en un mismo día. Estaba agotada y debía descansar. Mañana seguramente me esperarían otras cosas que afrontar. Alexa extendió un vejo colchón al lado de su cama y allí dormí, tapada apenas con una sábana, puesto que entraba una calor horrenda por la ventana.
Tuve un despertar un poco molesto. Unos golpetazos fuera de casa me hicieron reaccionar. Alexa no estaba en su cama. Me vestí lo más rápido posible y bajé las pocas escaleras que separaban los dos únicos pisos de la casa. Alexa estaba sentada y comía un bol de leche con cereales. Cuando me vio, saltó de la silla y me hizo sentarme en una de las sillas mientras me preparaba al igual que ella los cereales con leche.
Fuera aún se oía los ruidosos golpes. Estiré un poco el cuello y vi por la ventana a un hombre cortando troncos de árbol y apilándolos a un lado.

Alexa se dio cuenta de que estaba atenta mirando la ventana y me dijo:
– Él es el leñador de la aldea, el señor McDemon – ¿de que me sonaba ese apellido? – Nos trae troncos de los árboles del bosque de más arriba y nos los corta en el jardín – ¡en ese momento me acordé! Sí, él era un descendiente de la familia McDemon, una de las afectadas por la desaparición de uno de sus hijos, Olmes – Ahora que pienso, ¿no se apellidaba así el chico ese que desapareció?¿Cómo se llamaba...?
– Olmes, Olmes McDemon – le sonreí. Me había leído el pensamiento – Por lo visto nuestras familias forman parte de esta historia – le expliqué – Tú te apellidas Stone, aún no ha aparecido tu familia, algo bueno por lo visto – soltó una pequeña carcajada con esa voz tan aguda y dulce que tenía que me hizo reír a mí también – Alexa, te prometo que encontraremos a tu hermano, sea como sea. Tal y como dijo mi tatarabuela, aunque espero que surja mejor.

Recogimos los platos y después de limpiar la mesa salimos a fuera. El señor McDemon se despidió y se dirigió a otra de las casas. La que se encontraba justo al lado que la de Alexa. Un chico, de nuestra edad aproximadamente nos miraba desde el porche. Tenía el pelo negro azabache y las greñas le tapaban los ojos, aunque dejó escapar un parpadeo en el cual pude ver que sus ojos eran verdes. Vestía unos vaqueros rotos por algunos tramos y una camiseta blanca cubierta por una camisa abierta de color rojo y negro a cuadros. Nos miraba fijamente, no, me miraba a mí. Podía notar sus ojos clavados en mi rostro.

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