"No te fíes nunca de las apariencias..."

sábado, 12 de diciembre de 2009

The island of vampires 14


Para no ocasionar disturbios ni que nos tomaran por locos dijimos que la herida de Leonard había sido de un oso. No nos costó mucho convencerles ya que el arañazo era lo bastante profundo como para ser de un animal como aquel. Las heridas eran profundas pero no tanto como para que se quedase ingresado en el hospital, así que lo mandaron a casa.
– Emily puedes irte a casa – dijo con dificultad – Mi abuelo vuelve mañana, estaré bien.
– Yo quiero quedarme contigo. ¿Y si te encontraras mal en mitad de noche? Vamos, no seas tonto. Déjame quedarme al menos esta noche.
– Está bien... ven, creo que podremos cenar algo de ensalada.
– Ah, por eso no te preocupes, no tengo hambre.
Subimos a su habitación y él se tumbó en la cama lentamente para no hacerse daño. Yo me senté a su lado.
– ¿Qué tal lo llevas? – pregunté por preguntar, porque la respuesta ya la sabía.
– ¿Tú qué crees? – dijo sonriendo con algo de amargura. Hizo un gesto de dolor y se retorció en la cama.
– ¡Leonard! ¿Que pasa?¿Te duele? – dije acercándome rápidamente. Le cogí la mano y se la estrujé – ¡Por favor di algo! – estiró de mi brazo y acercó su rostro al mío.
– Era broma – dijo riéndose. Hasta yo misma me asusté. Caían lágrimas de mis ojos. El imbécil de Leonard había conseguido asustarme de tal manera que me hizo llorar.
– ¡Idiota! – dije secándome las lágrimas de los ojos. Estiró más de mi brazo y nuestros rostros se encontraron en un beso. Sus brazos más fuertes que los míos me sujetaron y siguió besándome.
– De esto es de lo que no te has dado cuenta aún... – dijo mientras besaba mi cuello. Pero no me molestó porque en realidad me gustaba. Sabía hace tiempo que eso estaba ahí pero no lo reconocía. Mis sentimientos hacia Leonard cambiaron el día que me ayudó a salvaguardarme de la lluvia. Sus ojos verde esmeralda y su pelo negro siempre por la cara, en ese momento sentí celos de las chicas que querían tener algo con él. Pero se desvaneció enseguida al darme cuenta de que ahora lo tenía para mí. Le cogí del pelo y le torné un beso más apasionado. Se puso encima mío.
– Entonces, ¿te gusto? – preguntó mientras seguía besándome el cuello y se dibujaba una sonrisa en su cara.
– Te quiero... – intenté decir mientras se aceleraba mi respiración.
– Y yo a ti. – paró en seco y se tumbó a mi lado – Pero como comprenderás no puedo hacer otra cosa más que besarte... te juro que les haré pagar a esos seres, sean lo que sean, lo que me han hecho. – me agarré a su pecho y recosté mi cabeza en su hombro.
– Ya veremos lo que pasa... – me quedé profundamente dormida.

Los rayos de luz entraban por la ventana de la habitación de Leonard, iluminando así la oscura estancia. Esta vez me fijé más en los detalles. Una de las paredes estaba plena de posters de cantantes de rock y metal, tanto gótico como hardcore. Grupos cómo Evanescence, Linkin Park, My Chemical Romance, Panic! At the disco, Korn, el extraño Marilyn Manson y muchos más. A la izquierda de la cama estaba el escritorio, y al lado del mismo el armario. En la otra dirección de la cama había una puerta, la cual supuse que llevaría al baño.
Leonard dormía aún. Del amplio silencio que había podía oír su respiración. De nuevo su cara aniñada durmiendo. Me volví a tumbar mientras contemplaba su rostro. Serían imaginaciones mías pero su cara tenía un toque más pálido, seguramente por la herida. Acaricié su mejilla y le di un beso. No quería que este momento desapareciese, no quería perder esta felicidad. Pero probablemente estaría Jack y su misterioso amo para hacerlo desaparecer.
Pensé en las diversas formas de escaparnos que tendríamos. ¿Viajar a otro país? Nos seguirían el rastro. ¿Matarlos? Comparando su fuerza con la nuestra, imposible. Así que las posibilidades de escapar eran nulas.

Me aferré más fuerte a su pecho. Esperando, deseando que todos esos seres desaparecieran de este mundo. Que volvieran a existir solo en las novelas de terror. Porque finalmente había descubierto lo que eran. Piel demasiado pálida y fría para un humano, ojos inyectados en sangre, mirada penetrante, poderes alejados de lo normal, fuerza inmensa. Y lo que más me había impactado, su voz profunda, mucho más que la de Leonard que había conseguido encandilarme. Ellos eran bestias de la oscuridad, ellos eran... vampiros.
– ¿Tienes miedo? – oí debajo mío.
– Sí – susurré apretando mis dedos contra su brazo.
– Terminaremos con esto de una vez, te lo juro. Supongo que sabrás quien va detrás de todas esas desapariciones.
– Lo sé... Y a eso no es a lo que temo – dije conteniendo las lágrimas.
– Entonces, ¿a qué tienes miedo? – dijo poniendo su dedo en mi mentón y alzando mi cara para que le mirara.
– A desaparecer. Como hicieron tus padres y los míos – un silencio horrible se extendió por la habitación. Él me abrazó con más fuerza, hasta se hizo daño en la herida. Pero pareció no importarle en absoluto los arañazos recibidos la noche anterior.
– Te juro que saldremos vivos de esto Emily. Te lo prometo – sabía que lo decía para animarme y que por muy alejada que fuera la esperanza, tendríamos que ser positivos, si no, estábamos acabados – El problema es que la aldea entera está en peligro, en toda totalidad los más jóvenes. Pero si se lo contamos no nos creerán, cosa que es razonable. Entonces, ¿qué hacemos?
– Ellos ahora van a por nosotros. Si nos alejamos del pueblo es posible que no les ataquen a ellos y se concentren en nuestra búsqueda. No quiero que nadie más sufra. Alexa lo está superando, pero aún tiene la esperanza de que su hermano volverá. Y visto lo visto, no lo veo tan claro. Así que al menos debemos protegerlos, ya que nuestras vidas estarán en peligro tanto si los protegemos como si no.
– De acuerdo. Pues cuando antes nos vayamos mejor. Recuerdo que tenía una cabaña en el bosque, más allá de la del leñador. Si pasamos sin que nadie se entere mejor. No deben saber donde estamos, si no los exponemos al peligro. Coge tus cosas y dile cualquier escusa a Alexa si te llega a ver. Te espero a la salida del pueblo. – me besó la frente y se puso a meter dentro de una mochila su ropa.

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