"No te fíes nunca de las apariencias..."

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Capítulo 19 (lo siento es bastante corto u.u)

Salí de mi habitación y durante unas horas me perdí por los laberínticos pasillos. Miles de puertas de madera oscura que escondían infinitas habitaciones repletas de misterios y vampiros que dormían al salir los primeros rayos de sol. Los que me despertaban a mí.  
Llegué a lo que parecía un pequeño jardín dentro del castillo. Se encontraba en el exterior, pero los amplios ventanales que lo rodeaban lo ocultaban con finas capas de telas púrpuras, así no entraba la luz. La verdad era que los pasillos eran muy oscuros y lúgubres como para ser de día. Solo tenían la iluminación de llameantes antorchas de fuego y alguna que otra lámpara de aceite aquí y allá en mesitas decorativas.  
Vi a alguien sentado en un alféizar que daban a la parte de los pasillos. Cuando me acerqué más vi la cara de Jack. Quien contemplaba sus manos. Me sorprendí al verle allí. Al verme no pareció sorprenderse, al contrario que yo. En silenció siguió posado en el alféizar, pensativo. Pasé por su lado y seguí caminando.  
– ¿No piensas hacerme compañía? – me giré y le miré como si hubiera dicho una locura. O obstante, volví a estar a escasos metros de él.  
– ¿Acaso tienes algo que decirme?  
– No. Supongo que necesito algo de compañía – su mirada era firme. Como si fuera una orden. Me aproximé a la pared y de un saltó me acomodé enfrente suyo en el mismo alféizar.  
– … – el silencio que prosiguió después fue bastante incómodo, recordando que lo compartía con un vampiro del cual había estado perdidamente enamorada mi tatarabuela.  
– Tengo una pregunta que hacerte... – me sobresalté. Tanto silencio me había hecho bajar la guardia – ¿El mundo ha... cambiado mucho? – ¿qué tipo de pregunta era aquella?  
– Bueno... comparándolo con el que tú viviste pues la verdad es que sí ha cambiado mucho. – su cara mostró algo de entusiasmo por un momento, después se tornó triste.  
– Mi familia, mis amigos... todo el mundo está muerto. – la amargura rondaba por todo su rostro. Me volvió a dirigir la mirada – Y tan solo... tan solo, me quedas tú. Tú eres su familia... Yo en realidad... no quiero ser esto, no quiero tener que proteger a... tener esta responsabilidad – no entendía nada de lo que me hablaba. ¿A quién tenía que proteger? – Verás... no puedo hablar contigo de esto pero... por favor no dejes que te transformen en lo que yo soy, las responsabilidades que abarca no son simplemente las de ocultar el secreto de los vampiros o reprimir tu sed de sangre. El mundo piensa que los vampiros son una cosa y en realidad son otra muy diferente. – ¿porque me decía todo aquello? No entendí absolutamente nada.  
– ¿Cómo? Jack no entiendo nada de lo que me estás explicando.  
– Da igual, simplemente haz lo que te he dicho. Y respecto a aquel chico... olvidate de él. Dentro de poco lo entenderás todo Emily. – saltó y desapareció tras una esquina.  
¿De qué responsabilidad me estaba hablando? Que los vampiros no eran lo que todos pensábamos... Cada paso que daba descubría cosas más y más extrañas sobre ellos. Yo solo quería saber mi pasado, y el de mis padres. Y parecía haber abierto la caja de pandora. Mi estancia aquí no sería en vano con la información que estaba recopilando.  
Yo también bajé del alféizar. Quería buscar las mazmorras. Tenía que encontrar a Leonard, saber de su estado y contarle todo lo ocurrido hasta ahora.


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Siento haber tardado tanto y que encima sea tan cortito. Bueno, lo bueno es que ya han comenzado las vacaciones de navidad y tendré más tiempo. Gracias por leerlo!! COMENTAD EE? ^^

sábado, 12 de diciembre de 2009

The island of vampires 18


– ¿Estás asustada? – giré el rostro para mirarle y me sorprendió encontrármelo a poquísimos centímetros de mi cara.
– Sí, lo estoy, así que más vale que apartes tu cara.
– Oh, así que la pequeña humana tiene carácter..., mejor. Me gustan rebeldes – esto no me estaba gustando nada, así que me levanté instintivamente para irme – No. – me agarró la muñeca y empujándome contra la pared miró mis ojos con su gélida y atractiva mirada. En ese momento un escalofrío cruzó mi torso. Aunque tardé algo en reaccionar, lo conseguí.
– Suéltame – dije con contundencia.
Él hizo odios sordos ante mi petición obligatoria. Tensó sus brazos y apretó mis muñecas aún más contra el muro. Pero no me hizo daño, lo hacía suavemente.
– Quizás pienses que todos los vampiros, somos horribles, sin sentimientos, pero creo que la idealización que tiene la sociedad hoy en día es muy insultante para nosotros. No nos tomáis en serio... – su carcajada inundó la estancia. Algunos de los presentes se percataron de Abdiel y salieron apresurados – Supongo porque de alguna forma ya no vivimos en el mismo mundo – él ya no me miraba a mí. Su mirada, soñadora y melancólica, yacía perdida frente a mí.
– Porque gracias a Dios la humanidad, o parte de ella, no sabe realmente que existís.
– Ah, Dios... sí, hace tiempo que dejé de creer en él. Las personas como tú o como yo en tiempo atrás, creéis en ese tipo de cosas para olvidaros del desastre de mundo en el que vivís, de la muerte.
– Yo no creo en Dios. – zanjé – Y mi gran pregunta es porque no habéis irrumpido aún en nuestras vidas. Porque no habéis empezado una guerra... porque si vosotros existís... habrá más tipo de monstruos ahí fuera, ¿o no?
– Eso no te interesa. Al menos de momento... – la puerta se abrió de par en par y tras ella apareció Jack. Él me miró atónito, como si le sorprendiera que estuviera allí. Abdiel ya había cogido la chaqueta y se dirigía hacia la puerta con paso firme.
– Abdiel, tu hermana ha llegado – vi como sus puños se cerraban y temblaban al ejercer fuerza. Cuando Abdiel pasó por su lado se paró y en una frase audaz, no pude oírla, dejó a Jack anclado en el suelo alfombrado. Éste fijó su mirada en mí y vacilante abrió la boca, pero la volvió a cerrar, dio media vuelta y se marchó.
Noté una vibración en el bolsillo izquierdo del vestido. Extraje el móvil y vi el número, seguramente sería Sam o Charlie.
– ¿Emily? – su voz sonaba más aguda al otro lado de la línea.
– Sí, Sam, hola.
– ¡Emily! Cuantas ganas tenía de escuchar tu voz – pegó un grito y rió. Pude oír a Charlie a lo lejos pidiendo que le dejara hablar – ¿Cómo te va por allí?.., ¿Es eso que oigo música?
– … Sí – pensé unos segundos que escusa podría inventarme. Le dije lo primero que se pasó por mi cabeza – Es que estamos celebrando el cumpleaños del... alcalde. Y está la música muy alta.
– Ah, vale. Espera te paso al plasta de Charlie. – se oyeron unas risotadas y poco después ya tenía a mi amigo al otro lado del auricular.
– Hola Emily. Si que has tardado en llamarnos – Charlie parecía más reacio a instigar.
– Ya, lo siento chicos. Es que he estado muy ocupada y aparte tú y Sam ya sabéis lo poco que utilizo el móvil.
– Tranquila. Nosotros también hemos estado ocupados a nuestra manera. Sabías, la semana pasada se llevaron a Thomas Hurck, era una pareja joven.
– ¿En serio? Me alegro por él... Mira, Charlie, creo que en un largo tiempo no voy a poder pasarme por allí – mejor decírselo cuanto antes.
– ¿Qué? ¿Por qué? – oí decir a Sam qué pasaba.
– Es que quiero ganar algo de dinero. Estoy trabajando en un bar de aquí, y bueno, es posible que me compré una casa – anhelé en ese momento volver atrás. Volver a estar en el pueblo, sin saber de verdad a lo que me enfrentaba.
– Bueno, lo siento Emily pero vamos a cenar ya. Ya hablaremos en otro momento, ¿vale? – tuve ganas de llorar. Yo, en aquel lugar horrible y repleto de bestias y ellos con sus compañeros y amigos juntos. Pero no. No debía arrepentirme de lo que había hecho, porque aún me quedaba descubrir que tenían que ver en esto mis padres y los de Leonard – Emily, ¿estás ahí?
– Sí, lo siento estoy algo ausente. Pues ya hablaremos... sí. Adiós Charlie.

Colgué y metí el móvil de nuevo en el bolsillo. Salí de allí y volví a estar entre la masa de gente bailando. De repente sentí la necesidad de ver a Leo. De abrazarle. De oír su voz diciéndome que lo conseguiríamos. Pero ahora lo veía todo negro. ¿Tan difícil era ser optimista? Desde luego que no, al menos en este ambiente.
Aceleré el paso. Entonces oí como cambió la música. Mucho más fuerte y extravagante. La masa creció como el pan y me apretujaron entre ellos. Perdí la salida de vista y me desorienté. Fue cuando algunos me miraron con cara deseosa mientras saltaban y movían sus cabezas y brazos como serpientes su cuerpo. Sus rojos ojos se encendían como el fuego. Empujé con fuerza a la multitud hasta llegar casualmente a la puerta por donde había entrado. Mi respiración agitada por el nerviosismo y el miedo surgía y resurgía de mi boca y nariz. Definitivamente tenía que descubrir todo lo que quería saber y salir de allí lo antes posible. Pero..., Leonard, él ahora se estaba convirtiendo en uno de ellos. ¿Qué se supone que podría hacer? Ni él ni yo podríamos volver a nuestra antigua vida. Según lo que decidieran, o viviríamos allí o moriríamos de la peor forma posible a sus manos.
Volví por el mismo camino por el que había llegado, antes de llegar a las escaleras vi en una minúscula salita a Abdiel de espaldas y una mujer delante de él. Por lo visto hablaban acaloradamente. La chica, de aspecto joven pero algo mayor que Abdiel agitaba los brazos arriba y abajo con furia. Tenía una larga melena lisa del color dorado, al igual que Abdiel, que le llegaba por debajo del pecho. Lo curioso era que ninguno de los dos alzaba la voz. Solo se oía un ligero siseo. Ella le dio un empujón y anduvo hacia mí, me miró con desprecio. Abdiel también pareció darse cuenta de mi presencia y me dedicó una mirada inexpresiva, poco después desapareció en otra dirección.
Tras la extraña escena seguí mi curso. Al llegar a mi habitación me quité el vestido y me puse la ropa que llevaba antes. No sé si podría dormir pero al menos lo intentaría. Habían pasado muchas cosas y todas en un tiempo muy reducido. Leonard, vampiros, decisión del oculto consejo, fiesta demasiado a su estilo como para gustarme y llegar a ser segura... Si pudiera hablar con alguien, con una persona que me comprendiera, que no me tomase por loca.

Desperté cuando algunos rayos de sol entraron por debajo de la cortina. Ahora era el mejor momento para pasear tranquilamente por aquel lugar, no podía quedarme allí encerrada.

The island of vampires 17


¿Sí? Orfanato Hamley – reconocí la voz de la directora del centro.
– ¿Directora Rose? Soy Emily.
– ¿Emily? Oh, Emily, que alegría. ¿Qué tal te van las cosas? – como era lógico no le podía contar nada.
– Muy bien, – intenté mentir – me he instalado en un pueblecito, y bueno, trabajo en un bar. Esto no esta nada mal.
– Me alegro, de verdad – noté franca alegría en su voz.
– Rose, tengo que hablar con Sam y Charlie, por favor.
– Oh, vaya, lo siento Emily, pero... no están. Han salido a hacer la compra con las cocineras. Si quieres les digo que te llamen después. Dime tu número...
– No hará falta, Sam lo tiene. Si puede que me llame más tarde.
– De acuerdo. Bueno, adiós.
– Adiós – colgué.

Quería despedirme de ellos, porque en el caso de que...
Unos fuertes golpes en la puerta me hicieron reaccionar. Me levanté y anduve poco a poco hacia la puerta.
– Le pido, madame, que se vaya vistiendo ya, la fiesta ha comenzado – aquella voz con acento francés no la reconocí. Seguramente fuera alguno de sus lacayos. Mi ánimo no estaba para fiestas, pero solo de pensar lo que podían hacerle a Leonard... Busqué en el armario el atuendo anteriormente mencionado por Abdiel. Era un vestido negro, de abundancia de encajes y más encajes posados encima de otros. Claramente de estilo gótico. Era demasiado fúnebre para mí pero esto era lo que tenía. La falda me llegaba más o menos a la altura de las rodillas. Y unos zapatos de tacón oscuros, demasiado exagerados respecto a la altura, lucían en mis pies contrastando con mi piel blanca.

Salí de la habitación y seguí a dos chicos de aspecto ambiguo, por sus largas melenas negras y su maquillaje en los ojos. Cuando se percataron de mi presencia estallaron en murmullos, no obstante, siguieron su camino. Bajando por unas escaleras en las paredes vi enormes cuadros de guerras y diversos retratos de la misma persona. La cual me recordaba indudablemente a Vlad, el hombre que supuestamente mandaba en este antro.
Al llegar a un amplio recibidor, el cual estaba vacío, oí un latido lejano. Las paredes estaban forradas de papel rojo, con una cenefa color cereza. La decoración no era muy abusiva. Dos tiestos a cada lado de una puerta y una enorme alfombra en el centro de la habitación.
Caminé hacia la puerta de madera. Los extraños latidos resurgían de ella. Alargué la mano y el pomo se giró sin yo haberlo tocado. Con un ruidoso chasquido el portón se entreabrió. Fue en ese momento cuando pude escuchar el latido con más claridad. Era música, en un volumen altísimo. Empujé la madera y se deslizó con facilidad. Mi cuello se estiró para ver lo que había detrás. Cientos de personas bailaban acumuladas en un recinto grandioso.
A simple vista parecía una discoteca normal y corriente, pero si uno se fijaba podía ver las diferencias. Personas bebiendo un sospechoso líquido rojizo de copas de cristal como si de champán se tratase. Algunos, en los sofás, en mitad de orgías de besos y mordiscos. Y en lo alto de la cumbre que se alzaba siguiendo unas escaleras, estaban sentados siete personajes contemplando cada escena que llenaba la estancia.
Se cerró la puerta detrás mío, con otro sonido molesto. Nadie se dio cuenta. Avancé poco a poco mirando de reojo las imagines más horribles y obscenas que podría haber visto en mi vida. Noté algo frío en mi mentón. Alcé la mirada y vi a Abdiel, con una coleta que recogía su pelo.
– ¿Te gusta este sitio? – no le contesté, mi mirada estaba fija en dos vampiros que le estaban quitando la vida a una chica en una de las esquinas.
– No demasiado – espeté apartando su mano.
– Ah, eso lo dicen todos... pero luego uno... se acostumbra. Ven. – cogió mi mano y avanzamos entre la multitud, que bailaba y saltaba.

Me arrastró hasta una pequeña sala VIP donde, de nuevo, vi a más vampiros disfrutando de la noche. Me hizo sentarme en un sofá alargado que se encontraba pegado a una de las paredes. No me hacía demasiada gracia estar en aquel lugar, con aquel... chico. En mi interior una casi inaudible vocecilla empezó a soltar un discurso, el cual fue aumentando de volumen a la vez que el cuerpo de Abdiel se acercaba a mí. Éste se quitó la chaqueta de hilo negro y la dejó sin miramientos en el reposabrazos más próximo a él. Me pegué lo más posible al costado del asiento. Abdiel era de ese tipo de chicos del cual una chica no debería fiarse, ignorando su naturaleza vampiríca.

The island of vampires 16

Tras penetrar en el recibidor pude ver la gran escalera que caracterizaba a los más famosos castillos de los cuentos de hadas. Una larga alfombra roja que se dobla miles de veces siguiendo el ángulo de los escalones de mármol. Una barandilla de madera, de un tono miel. A ambos costados de la escalera, junto a la pared, sillones de estilo victoriano de colores púrpuras y dorados. Una puerta, de fina madera tallada en largos pétalos de flores, a mi izquierda. Y un pequeño grupo de personas si es lo que eran, murmurando.
El pálido chico avanzó unos pasos por delante y dejó caer su capa. Unos segundos después una chica menuda, que surgió del grupo que hablaba cerca nuestro, corrió y recogió la tela del frío suelo de piedra.
Él me miró con una sonrisa de suficiencia y se encogió de hombros:
– No es mucho de nuestro estilo llevar capas, pero nuestro amo sigue estando chapado a la antigua. – rió – Por cierto, me llamo Abdiel, encantado. – se arrodilló y tendiendo mi mano, rozó sus rojos labios contra mi piel. Pude oír un ligero gruñido que provenía de Leo, que se encontraba a unos metros de Abdiel y yo.
En ese momento oí un taconeo. Giré mi cuello a la vez que Leo. El tal Abdiel, sin haberme dado cuenta, yacía de pie apoyado de pie, a unos cinco o seis metros de mí, en la barandilla, contemplando a su amo. El sonido de los zapatos venía de un hombre de mediana estatura, de aspecto joven, con un acaramelado color de pelo, que le colgaba en una fina y larga coleta en el hombro derecho.
– Bienvenidos a nuestro hogar. – en una brillante sonrisa mostró sus colmillos. En su habla dejaba escapar un acento rumano – Soy Vlad, digamos el que toma el mando de estos jóvenes y no tan jóvenes – miró a Abdiel – aprendices.
Me quedé helada. Esa voz. Aquella voz fría y contundente, pero profunda era la de mi sueño. La que había clavado sus alargadas y afiladas uñas en mi cuello. Un amarga electricidad cruzó de hito a hito mi cuerpo. Miré a Leo quien se retorcía en el suelo agonizante.
– Quiero que le ayudéis. Por eso he venido aquí – me temblaban las manos.
– Oh, ya lo sé. He sido informado de tus condiciones. De momento te enseñaremos tu nueva habitación, los componentes del consejo tienen que llegar aún de sus respectivos países y tardarán unos pocos días.
– ¡No! No quiero dormir en este sitio. – el corazón me latía como nunca, como un pequeño potro corriendo.
– Me parece que no estás en posición de negarte – alzó la mano señalando a Leo.
– Emily... vete de... ¡AQUÍ! – la última palabra sonó como un terrible gruñido de león. Caminé hacia atrás. Dios santo, ¿en qué bestia horrible se estaba convirtiendo? ¿Qué podía hacer? Tanto Leo como yo estábamos metidos en esto, por cualquier razón que tuviera que ver con nuestros padres, pero ahora eramos nosotros los que sufriríamos las consecuencias. No podía desentenderme de Leonard, no podía.
– Me quedo – seguía escuchando los gritos de Leonard. Me dolía la cabeza. Dos hombres corpulentos vestidos con unas largas túnicas rojas y botas de piel desgastada lo cogieron por los hombros y le ataron a la boca una tela. Desaparecieron tras una puerta de hierro que se escondía tras el hueco de la escalera – ¿Dónde lo llevan? – pregunté con nerviosismo.
– Tranquila, cuidarán bien de él. Ya verás. Durante unos días tu amigo Leonard va estar algo... cómo decirlo... agresivo. Así que es más seguro para todos que esté en las mazmorras. – contestó Vlad – Ve con Abdiel, él te mostrará tu habitación. Vamos – cuando me di cuenta ya estaba detrás mío, y me empujaba escaleras arriba, junto a Abdiel.

Abdiel hizo una reverencia y me dejó pasar. Me condujo escaleras arriba hasta llegar unos dos pisos más arriba. Cruzamos un largo y no muy amplio pasillo con lámparas de aceite. No había mucha iluminación. Me estaba preguntando cómo podría huir de ese laberinto de castillo si fuera necesario.
– Por cierto, – di un pequeño saltito del susto que me llevé – en tu habitación dejaron un vestido. Esta noche, como tantas otras, tenemos una fiesta con algunos otros amigos.
– No tengo ganas de fiestas. – dije con contundencia. Abrí la puerta y cuando iba a cerrarla su bota se paró en el hueco que quedaba entre la puerta y el pasillo.
– No olvides lo que te ata aquí. – le miré con ira. Mis dedos apretaron la puerta con fuerza. Apartó el pie y cerré de un portazo.
Corrí hacia la cama y me lancé. Mis ojos sintieron un escozor... ese escozor. Y entonces me di cuenta que estaba llorando. Esto me superaba en creces. En ese momento recordé. Introduje mi mano en el bolsillo derecho y extraje mi móvil, el cual no solía utilizar demasiado. Marqué un número rápidamente.

The island of vampires 15


Entré en casa de Alexa. Su abuela estaba en la cocina, sentada en una de las sillas escuchando la radio. Subí las escaleras sin hacer ruido, pero entonces oí la voz de ella:
– Alexa no está. Puedes estar tranquila, no le diré nada. Pero ten cuidado, pequeña Proud – después de esto escuché su tos.
Seguí subiendo y corrí a mi habitación. Metí todo lo que había traído en una enorme mochila que encontré. Cogí el diario y todo lo demás y salí pitando de casa. De repente vi a Alexa que venía hacia mí con todo el grupo de chicas. Me di prisa y me escondí detrás de la casa de Leonard. Pasaron a pocos metros de mí, pude oír parte de su conversación:
– Oye, Alexa, la tía esa es un poco rara, ¿no? – dijo una rubia alta.
– No sé que le ha pasado esta tarde. A veces se comporta de una forma tan extraña – aquello era como si estuviera cargando con los pensamientos de otra persona. Me sentó muy mal. Pero... no podía entretenerme. Me escabullí y conseguí llegar hasta la salida del pueblo.
No vi a Leonard. Esperé más de dos horas. Ya eran casi las tres de la tarde, así que corrí camino arriba. Tendría que buscar la cabaña yo sola. ¿Por qué no me había esperado Leonard? Que raro.
Conseguí esquivar al señor McDemon y seguir subiendo hacia la montaña. En ningún momento me crucé con Leonard. Llegué a la cabaña. También vacía. ¿Cómo era posible? Él me había dicho que esperaría.

Lo dijo...
Desperté en uno de los sofás cubiertos de polvo. Miré por la ventana, era de noche. Había dormido durante unas horas. Leonard no estaba allí, aún no. Decidí salir a buscarle. Cogí mi mochila y me la cargué a la espalda. Fue salir y escuché un sonido extraño. Una enorme rama de uno de los pinos, que estaba justo en uno de los lados de la cabaña, cayó delante mía, en un parpadeo de ojos. Me aparté de un salto, mi corazón se encontraba en mi garganta ahora.
Miré a todos lados, nada. Entonces, una figura oscura bajó como un ángel caído del cielo, suave, sin movimientos bruscos, volando. Algo colgaba de entre sus brazos. Cuando posó las botas que cubrían sus pies en la tierra no hizo ningún sonido. Solo pude oír un gemido de la extraña figura que había entre sus extremidades.
Aquel ser vestía una capa negra, al igual que Jack y el misterioso amo. Una larga melena recta rubia le caía en los hombros. Sus labios rojos contrastaban con su pálida piel blanquecina. Sus ojos de un tono dorado, fríos, miraban los míos. Estaba paralizada.
– Así que... tú eres la famosa chica... – lanzó la figura que sostenía a un lado y volteó a mi alrededor. ¿Por qué todos hacían lo mismo? Dar vueltas y contemplarme de hito a hito – Eres muy hermosa, ¿sabes? – de repente estaba a un centímetro de mi rostro y acariciaba mi cara con su fina y helada mano. Cuando lo tuve tan cerca pude ver que sus facciones eran más masculinas de cerca. Oí un gruñido de soslayo proveniente de la bestia o persona que yacía en la tierra rojiza – Oh, está bien. Tranquilo... pronto acabaré. – de nuevo me miró a mí – Vine a darte un mensaje, pero se ve que me fui por las ramas. Mira... tú y tu amiguito tenéis serios problemas, así que en vez de comenzar una masacre con vuestros amigos y perseguiros hasta atraparos y mataros, cosa que sería muy aburrida, mi amo a decidido realizar un pequeño banquete en el cual, los miembros del consejo... decidirán qué o qué no os haremos. ¿Bien? Ah, por cierto, siento lo de tú amigo. – dijo señalando al personaje que se retorcía en el suelo. ¿Aquel... era...? – Es que el estúpido de Mike se le fue la mano, bueno, los dientes – rió por lo bajo. No podía ser, yo no había visto a Mike morder a Leonard. Eso significaba que Leonard se estaba convirtiendo en...
– ¡Huye Emily! ¡Huye...! – escuché, sin duda alguna era la voz de Leo, pero era diferente. Era una voz carraspeada, horrible. Estaba agonizando. No sabía que hacer, estaba clavada en la tierra. Miré a Leo, después a la mirada divertida de el ser de la oscuridad.
– Si voy contigo... ¿podré estar con él? – las manos me temblaban, tenía frío y miedo. Una capa negra me envolvió, protegiéndome de la helada noche.
– Sí – me susurró al oído. Me cogió en brazos y con un silbido hizo a Leonard seguirle.

Cuando llegamos al enorme castillo que se alzaba en la colina más alta de la isla vi pequeñas luces iluminar las ventanas de las torres.
Entramos por el portón que había al cruzar el largo puente levadizo de madera. ¿Cómo se las habían apañado para montar todo esto y que nadie en el planeta tierra se diera cuenta?¿ Ni siquiera las personas del pueblo? Raro... muy raro.

The island of vampires 14


Para no ocasionar disturbios ni que nos tomaran por locos dijimos que la herida de Leonard había sido de un oso. No nos costó mucho convencerles ya que el arañazo era lo bastante profundo como para ser de un animal como aquel. Las heridas eran profundas pero no tanto como para que se quedase ingresado en el hospital, así que lo mandaron a casa.
– Emily puedes irte a casa – dijo con dificultad – Mi abuelo vuelve mañana, estaré bien.
– Yo quiero quedarme contigo. ¿Y si te encontraras mal en mitad de noche? Vamos, no seas tonto. Déjame quedarme al menos esta noche.
– Está bien... ven, creo que podremos cenar algo de ensalada.
– Ah, por eso no te preocupes, no tengo hambre.
Subimos a su habitación y él se tumbó en la cama lentamente para no hacerse daño. Yo me senté a su lado.
– ¿Qué tal lo llevas? – pregunté por preguntar, porque la respuesta ya la sabía.
– ¿Tú qué crees? – dijo sonriendo con algo de amargura. Hizo un gesto de dolor y se retorció en la cama.
– ¡Leonard! ¿Que pasa?¿Te duele? – dije acercándome rápidamente. Le cogí la mano y se la estrujé – ¡Por favor di algo! – estiró de mi brazo y acercó su rostro al mío.
– Era broma – dijo riéndose. Hasta yo misma me asusté. Caían lágrimas de mis ojos. El imbécil de Leonard había conseguido asustarme de tal manera que me hizo llorar.
– ¡Idiota! – dije secándome las lágrimas de los ojos. Estiró más de mi brazo y nuestros rostros se encontraron en un beso. Sus brazos más fuertes que los míos me sujetaron y siguió besándome.
– De esto es de lo que no te has dado cuenta aún... – dijo mientras besaba mi cuello. Pero no me molestó porque en realidad me gustaba. Sabía hace tiempo que eso estaba ahí pero no lo reconocía. Mis sentimientos hacia Leonard cambiaron el día que me ayudó a salvaguardarme de la lluvia. Sus ojos verde esmeralda y su pelo negro siempre por la cara, en ese momento sentí celos de las chicas que querían tener algo con él. Pero se desvaneció enseguida al darme cuenta de que ahora lo tenía para mí. Le cogí del pelo y le torné un beso más apasionado. Se puso encima mío.
– Entonces, ¿te gusto? – preguntó mientras seguía besándome el cuello y se dibujaba una sonrisa en su cara.
– Te quiero... – intenté decir mientras se aceleraba mi respiración.
– Y yo a ti. – paró en seco y se tumbó a mi lado – Pero como comprenderás no puedo hacer otra cosa más que besarte... te juro que les haré pagar a esos seres, sean lo que sean, lo que me han hecho. – me agarré a su pecho y recosté mi cabeza en su hombro.
– Ya veremos lo que pasa... – me quedé profundamente dormida.

Los rayos de luz entraban por la ventana de la habitación de Leonard, iluminando así la oscura estancia. Esta vez me fijé más en los detalles. Una de las paredes estaba plena de posters de cantantes de rock y metal, tanto gótico como hardcore. Grupos cómo Evanescence, Linkin Park, My Chemical Romance, Panic! At the disco, Korn, el extraño Marilyn Manson y muchos más. A la izquierda de la cama estaba el escritorio, y al lado del mismo el armario. En la otra dirección de la cama había una puerta, la cual supuse que llevaría al baño.
Leonard dormía aún. Del amplio silencio que había podía oír su respiración. De nuevo su cara aniñada durmiendo. Me volví a tumbar mientras contemplaba su rostro. Serían imaginaciones mías pero su cara tenía un toque más pálido, seguramente por la herida. Acaricié su mejilla y le di un beso. No quería que este momento desapareciese, no quería perder esta felicidad. Pero probablemente estaría Jack y su misterioso amo para hacerlo desaparecer.
Pensé en las diversas formas de escaparnos que tendríamos. ¿Viajar a otro país? Nos seguirían el rastro. ¿Matarlos? Comparando su fuerza con la nuestra, imposible. Así que las posibilidades de escapar eran nulas.

Me aferré más fuerte a su pecho. Esperando, deseando que todos esos seres desaparecieran de este mundo. Que volvieran a existir solo en las novelas de terror. Porque finalmente había descubierto lo que eran. Piel demasiado pálida y fría para un humano, ojos inyectados en sangre, mirada penetrante, poderes alejados de lo normal, fuerza inmensa. Y lo que más me había impactado, su voz profunda, mucho más que la de Leonard que había conseguido encandilarme. Ellos eran bestias de la oscuridad, ellos eran... vampiros.
– ¿Tienes miedo? – oí debajo mío.
– Sí – susurré apretando mis dedos contra su brazo.
– Terminaremos con esto de una vez, te lo juro. Supongo que sabrás quien va detrás de todas esas desapariciones.
– Lo sé... Y a eso no es a lo que temo – dije conteniendo las lágrimas.
– Entonces, ¿a qué tienes miedo? – dijo poniendo su dedo en mi mentón y alzando mi cara para que le mirara.
– A desaparecer. Como hicieron tus padres y los míos – un silencio horrible se extendió por la habitación. Él me abrazó con más fuerza, hasta se hizo daño en la herida. Pero pareció no importarle en absoluto los arañazos recibidos la noche anterior.
– Te juro que saldremos vivos de esto Emily. Te lo prometo – sabía que lo decía para animarme y que por muy alejada que fuera la esperanza, tendríamos que ser positivos, si no, estábamos acabados – El problema es que la aldea entera está en peligro, en toda totalidad los más jóvenes. Pero si se lo contamos no nos creerán, cosa que es razonable. Entonces, ¿qué hacemos?
– Ellos ahora van a por nosotros. Si nos alejamos del pueblo es posible que no les ataquen a ellos y se concentren en nuestra búsqueda. No quiero que nadie más sufra. Alexa lo está superando, pero aún tiene la esperanza de que su hermano volverá. Y visto lo visto, no lo veo tan claro. Así que al menos debemos protegerlos, ya que nuestras vidas estarán en peligro tanto si los protegemos como si no.
– De acuerdo. Pues cuando antes nos vayamos mejor. Recuerdo que tenía una cabaña en el bosque, más allá de la del leñador. Si pasamos sin que nadie se entere mejor. No deben saber donde estamos, si no los exponemos al peligro. Coge tus cosas y dile cualquier escusa a Alexa si te llega a ver. Te espero a la salida del pueblo. – me besó la frente y se puso a meter dentro de una mochila su ropa.

The island of vampires 13


¿Qué? ¿Jack Evans? ¿El amigo de mi tatarabuela? No podía ser. Tenía que ser un descendiente con el mismo nombre. Pero...me miraba con anhelo en su cara, con expresión divertida. Él sabía perfectamente lo que estaba pensando. ¿Qué especie de persona era?
– Simplemente no lo soy – contestó a mi pregunta sin que yo la hubiera formulado, dando vueltas a mi alrededor, observándome. Su respuesta me impactó. ¿No era humano? Dadas las circunstancias y atando cabos... ¿sería posible que él fuera...?
– ¿Qué queréis de mí tú y tu amo? – dije desafiándole con la mirada. No tenía nada que perder.
– Creo que ya sabes demasiado... por ahora te dejaremos... vivir tranquila.– dijo con una amplia sonrisa en su cara – Nos eres de gran interés, Emily... – en un parpadeo lo perdí de vista. Solo oí en mi mente su despedida.
Nos veremos pronto Emily. Había venido hasta aquí, hasta esta isla para descubrir mi pasado y quién eran mis padres. Mi vida de cuando era pequeña ya había sido descubierta, o eso creía. Pero por lo visto mi pasado aún escondía muchas cosas. Cosas que una persona humana no podría imaginar.
Y uno de los motivos por los que había venido también era la cuestión de ayudar a Alexa. Su hermano Many estaba entre las desapariciones que se habían estado llevando a jóvenes de esta aldea durante casi dos siglos. Él había sido el primero en desaparecer después de ciento cincuenta años tras la última persona. Mi tatarabuela.
En resumen, que ahora me daba cuenta que estaba pasando algo sobrenatural. No era ni un secuestrador, ni un asesino en serie. Era algo más oscuro y horrible, que mi cabeza sabía con exactitud pero no quería reconocerlo.

Bajé por las rocas y volví a la playa. Alexa y las demás ya no estaban. Se habían ido, y creo que no estarían muy contentas con mi ausencia. Pero ahora no estaba para salir a divertirme con otras chicas. Precisamente era eso lo que no me gustaba que hiciera Alexa, como si no pasara nada. Aunque mirándolo desde otro punto de vista, quizás lo hiciera para poder olvidar de vez en cuando ese sensación de tristeza. Sí, eso era lo que hacía.
Y una pregunta que tenía en mi cabeza. ¿Significaba el sueño que me había mostrado el amo de Jack que querían matarme? Seguramente, estaba más claro que el agua. Tenía la remota posibilidad de que escaparía de esta. Sería porque aún no sabía a lo me enfrentaba, o lo sabía y no quería darme cuenta del peligro. Pero la cuestión era que fuera lo que fuera, estaría en peligro escapara o no.

Ahora le debía a Alexa y a sus amigas una disculpa. Pero al menos no sería en vano. Me puse en pie para ir hacia casa y entonces vi a Leonard caminando hacia mí. Ahora que lo pensaba Leonard estaba metido en esto tanto como yo. ¿Le habría hecho una visita Jack o su amo?
Se acercó hasta el punto de estar a penas a un metro de distancia. Pero entonces le di la espalda y me senté en la arena de nuevo. Si quería decirme algo tendría que esforzarse un poco.

Se sentó a mi lado sin mirarme. Vi asomar sus auriculares en el hueco de sus orejas. Perfecto. Fantástico. Por lo visto no venía a decirme nada. Pero me extrañó, ya que normalmente huía de mí o me evitaba. ¿Habría cambiado de opinión? Decidí tomar algo de iniciativa propia.
– ¿Qué escuchas? – dije tomando uno de los auriculares sin prestar atención a su reacción. En el Mp4 sonaba Hey Daddy de Korn.
– Emily... – apagó el Mp4 y se giró hacia a mí sorprendiéndome. Me quitó el auricular de la oreja y me cogió la mano. ¿Qué hacía? Corrimos hacia el otro acantilado, donde estaba el faro y la iglesia. Me arrinconó en una de las esquinas de fuera de la iglesia. Acercó su boca a mi oído y dijo – ¿Aún no te has dado cuenta? Ellos... nos vigilan.
– ¿Ya te han hecho la visita? – pregunté mirando hacia otro lugar. Tenerle tan cerca me hacía sentirme nerviosa – Así que nuestros padres no murieron en un accidente de coche.
– Por lo visto no. Aunque no me fío demasiado de esos. ¿Has visto lo que pueden hacer? Esos tíos no parecen humanos. Esa piel tan pálida, los ojos rojo sangre, su mirada da miedo. Y pueden leer el pensamiento de los demás.
– Y manipular los sueños también – puse los ojos en blanco recordando el sueño sangriento – ¿Me dejas respirar? – le aparté con el brazo y me alejé unos pasos de él – Mira, no creo que estemos a salvo por mucho que huyamos. Ya sabes lo que les pasó a nuestros padres al intentarlo. Lo que no sé es la razón por la que los perseguían. ¿Que mal les podrían haber hecho ellos?
– No tengo ni idea. – entonces me miró perdido en sus pensamientos.
– ¿Y tú no estabas enfadado conmigo? – le dediqué una sonrisa forzada para remarcar lo incómoda que estaba.
– Es que a veces eres muy tonta – dijo soltando una risotada. Y después me miró otra vez. La profundidad de sus ojos verdes me envolvía.
– ¿Eso es un cumplido? – dije alzando una ceja.
– Según como lo mires – sacó la mano de su bolsillo y la alzó hacia mi rostro, cuando sus dedos estuvieron a punto de rozarme oímos una voz cerca de nosotros.
– Hola, Leonard – nos giramos los dos a la vez. Era un chico no muy alto, de pelo castaño y ojos azules. De un extraño parecido a Alexa.
– ¿Many? ¿Eres tú? – Leo corrió hacia él. Many se desplomó en los brazos de Leo – Many, Many, ¿qué te ha pasado? – de repente vi surgir de los dedos de Many unas enormes uñas afiladas y una sonrisa ensangrentada en su cara. Sus ojos se tornaron rojo sangre.
– ¡Ten cuidado Leonard! – Many le clavó las uñas en la espalda y Leonard pegó un grito de dolor, mientras se retorcía en el suelo con los brazos extendidos en su espalda. Many caminó hacia mí mientras lamía la sangre de sus uñas.
– Así que tú eres la hijita de esos bastardos de los que me han hablado tanto ellos... Me divertiré un rato contigo.
– Many, piensa bien lo que haces. ¡En estos momentos no eres tú! – sin escuchar mis palabras se inclinó sobre el suelo y pegó un salto enorme en mi dirección. Corrí pero alcanzó uno de mis pies. Me arrastró por el suelo hasta él. De pronto vi una sombra resurgir de dentro del bosque que se encontraba al oeste de la iglesia. Pegó un zarpazo a Many y lo lanzó lejos de mí. Cuando me conseguí centrarme un poco distinguí su cara. Era Jack.
– Maldita bestia – chilló Leonard en el suelo – Me ha rajado la espalda – corrí hacia él y le abracé.
– Tranquilo, ahora iremos al hospital. Jack gra... – no pude darle las gracias. Se había esfumado al igual que Many.