"No te fíes nunca de las apariencias..."

sábado, 12 de diciembre de 2009

The island of vampires 11


De repente oí un ruido. Parecía provenir del faro. Era como si muchos objetos hubieran caído al suelo. Me levanté y caminé despacio hacia el lugar. El sonido se seguía escuchando. Estaba a unos tres metros de la entrada de acero. La puerta estaba entre abierta. Abrí poco a poco, entonces pregunté si había alguien, pero no hubo respuesta. Di unos pasos más y miré hacia todas partes. Nada. Solo vi muchas cajas, cañas de pescar y arpones en el suelo, junto a una ventana abierta las contraventanas de la cual daban golpes en las paredes por el viento. Suspiré. Había conseguido asustarme.
– Hola – oí a mi espalda. Pegué el mayor grito que hubiera podido oír en mi vida. Me giré.
– Maldita sea Leonard, me has dado un susto de muerte – le di un ligero empujón en el brazo.
– No si... no hace falta que lo jures. ¿Qué hacías aquí?
– Pues estaba leyendo en la hierba y oí unos ruido extraños que venían de aquí. Así que me acerqué y me encontré con todo este escampado – dije señalando la montaña de objetos – Y entonces apareces tú y me das un susto del que me sorprendo de haber salido viva.
– Bien, buena respuesta – dijo riéndose. Esta vez llevaba unos pantalones de deporte azul marino y una sudadera azul cielo en la que se podía leer Fuck You – ¿Qué tal estás? Lo siento, no pude ir a verte. Pillé un buen constipado.
– No pasa nada. Lo importante es que estamos bien, ¿no? Leo, yo quería darte las gracias por ayudarme tanto aquel día, en serio. Si no hubiera sido por ti, no se que me podría haber pasado.
– Sin problemas – dijo desviando sus ojos verdosos hacia otro lugar con expresión avergonzada – Ah, Alexa me dijo que estás trabajando en el bar para poder comprarte una casa.
– Ah, eso. Sí. Esta aldea me gusta. Y ya que mi estancia va para largo me gustaría tener mi propia vivienda. Soy joven pero no tengo otra cosa. ¿Y tú qué? ¿Qué vas a hacer este año? ¿Vas a la universidad o te quedas aquí?
– Pues la verdad es que no se que hacer. Tenía pensado ir a la universidad pero hay bastantes cosas que me atan aquí que no me gustaría dejar. Porque si me voy a la universidad me tendría que quedar allí hasta que terminara el curso, no puedo estar yendo y viniendo todos los días. Me lo tengo que plantear seriamente.
– Tienes que hacer lo que prefieras. Las personas que están aquí, no creo que... – desaparezcan sonó en mi cabeza – Vaya, ahora te entiendo. Pero creo que estarán bien. ¿No? – mis conclusiones no eran muy persuasivas.
– Lo tuyo no es convencer a las personas, ¿verdad?
– No, por lo visto no – reí por lo bajo – Lo único que te digo es que debes hacer...
– ¿...lo que te dicte el corazón? Ya me lo han dicho unas cuantas personas. Me suena a película barata. Ya veremos que hago – se puso los auriculares de Mp4 y fue caminando camino abajo. Yo le seguí corriendo. ¿Se había enfadado conmigo?
– ¡Espera Leonard! – resbalé con un charco de barro y caí al suelo. Me empapé de tierra y agua toda la parte trasera de la chaqueta. Me quedé mirando a Leonard quien se había girado a contemplarme. Me escocían los rasguños de la palma de mis manos que se habían ocasionado por los guijarros del suelo – ¿Qué pasa? ¿Qué te he dicho? – siguió contemplándome en silencio. Me levanté y me quité la chaqueta, la cual estaba para lavar. Me quedé con un fino jersey negro, y mis vaqueros y botas se quedaron con algunas manchas de barro. Siguió caminando sin prestarle atención a ninguna de mis preguntas. Corrí de nuevo y le cogí el brazo – Escuchame. ¿Dime que he hecho? – se soltó de un estirón y me encaró.
– Eres igual que las demás. ¿Que qué pasa? No entiendes nada Emily, nada. Así que déjame en paz. Haz tu vida y yo haré la mía – ¿pero por qué me estaba diciendo esto a mí?

Siguió bajando el camino. Yo me quedé petrificada allí. Sin decir ni pensar una sola palabra. Era verdad, no entendía nada de lo que estaba pasando. Nada. Había pasado todo tan rápido. No le entendía. No sabía qué quería decirme. No sabía su razón.
Alcé la cabeza y vi unas enormes nubes negras que cubrían el cielo. Se avecinaba otro torrencial. Volví a casa de Alexa. Ella se estaba duchando, así que mientras ayudé a su abuela a hacer la cena. Suerte que ninguna se dio cuenta de mis rasguños en las manos. Por la noche me los curé y puse unas vendas. Tardarían en cicatrizar unos pocos días.
Antes de acostarnos le expliqué a Alexa la aparición de su familia en el diario de Juliett, y como había parado de escribir de una forma cortante. Hablamos con su abuela y nos dijo el día de su desaparición. El 15 de Marzo del 1857. El día después de su última firma en el diario. Pero, ¿cómo podíamos averiguar más? Hablaríamos con Erik, pero no era seguro que nos consiguiera aclarar algo. Según Sara, Erik volvería el Sábado. Hoy era viernes, era cuestión de esperar un día más.
Por la mañana me levanté, me vestí y cogí el delantal del bar para ir a trabajar. Crucé los escasos metros de casa a el garito. Cuando entré sonó la campanilla de la puerta y Sara me saludó animada.
– Bienvenida a tu nuevo trabajo Emily. Mira estoy preparando tortitas para el desayuno, ¿me ayudas a ponerles nata? – asentí y me puse manos a la obra.
La mañana transcurrió bien salvo cuando vi entrar por la puerta a Leo. En cuanto me vio salio disparado del café. Esto era horrible. Tan pronto nos llevábamos de maravilla como ahora de mal. Seguía sin hablar con él. Pero era Leo el que me evitaba.
– Emily – mi burbuja de pensamiento de desintegró.
– Ah, hola Alexa. ¿Qué quieres? ¿Un café? – dije mostrándole la taza con algo humor en mi cara.
– No, gracias – rió – Verás, esta tarde vamos todas las chicas del pueblo a dar una vuelta por la playa, decía si... ¿podrías venir?
– Claro. Necesito despejar la mente de algunas cosas... Está bien.
– ¡Perfecto! Nos vemos.

Salió por la puerta. Yo me quité el delantal, ya había acabado mi turno. Sara me dijo que me quedara a comer, pero preferí comprar algo precocinado en la tienda de comestibles e ir a comer al acantilado. Ese lugar me encantaba. Me relajaba mucho. Saqué la bandeja de ensalada y la hamburguesa y me lo comí mirando el mar debajo de mis pies. Era precioso cuando las olas chocaban contra las paredes de piedra.
Entonces volví a escuchar el estruendo de las cajas caer. Y también provenía del faro. Esta vez corrí más y pude ver una sombra negra subir escaleras arriba el faro. La seguí. Fuera quien fuera no parecía humano. No corría, volaba. No parecía tener piernas o pies. Cuando llegamos a la cumbre del faro lo pude ver claramente. Una persona de espaldas a mí. Con una capa y capucha negras que le cubrían el cuerpo y rostro. Fue girando poco a poco hasta ponernos frente a frente. Alzó la mano y vi sus afiladas uñas pintadas de un tono negro. Se acercó sigilosamente. Yo fui dando paso tras paso hacia atrás, alejándome de ese ser. Me alcanzó con un movimiento rápido, el que ni si quiera pudo mi vista percibir. Deslizó sus finos dedos por mi cuello y inhaló el aroma.
– Eres una buena presa, pero... debo esperar. Debo esperar. Tus padres no me fueron muy fáciles de atrapar, ¿sabes? El falso accidente... La dulce niña que consigue sobrevivir... Buen cuento me hicieron creer tus padres... Ah, y por supuesto los padres de ese jovencito...Pero no... Les atrapé... Y por fin tú estás ante mí... Pero debo esperar... debo... esperar... – me arañó del cuello a la parte superior del pecho. Desgarré mis cuerdas vocales en un grito ahogado. Cuando miré arriba la sombra ya no estaba.
La herida me sangraba. Sentía un escozor y ardor que nunca hubiera imaginado que existieran. Comencé a bajar las escaleras, pero el dolor era superior. Me senté en un escalón y allí me quedé, con la cabeza apoyada en la frío cemento de las paredes.

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