"No te fíes nunca de las apariencias..."

sábado, 12 de diciembre de 2009

The island of vampires 3


Le sonreí y le dí un beso en la mejilla. Al salir Charlie ya me esperaba en la puerta. No me dio tiempo a reaccionar y me estrechó entre sus brazos. Sin darme cuenta comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos. Le devolví el abrazo con más fuerza. Sam estaba contemplándolo apoyada en el marco de la puerta con una sonrisa.
– Os echaré de menos chicos – dije entre hipo e hipo – Os quiero.
Salí del centro mientras me despedía de todos con la mano. Antes ya había llamado a un taxi, así que no tardaría mucho. Fui a la tienda de helados que se encontraba en frente del orfanato y me compré un helado de chocolate. Aún no había cruzado la calle cuando vi el taxi en la otra cera. Corrí con mi maleta y mochila detrás, y hablé con el conductor. Metió en el maletero mi equipaje y le dije que me llevara al puerto de Portsmouth. Sabía que eso me saldría caro, pero de dinero estaba bien, al menos de momento.
Llegamos aproximadamente una hora después al puerto. Le di al conductor su dinero y me quedé contemplando el lugar donde dormían los barcos. Seguí un viejo camino de madera hasta llegar a un barco pesquero. Abrí mi mochila y de ella saqué un mapa, en el que se encontraba la localización de la isla. Dejé la maleta y me encaramé a la proa del barco. Allí pude ver al pescador en la cabina, hablando por el móvil. Le hice señales con la mano y colgó el teléfono de mala gana. Salió de la cabina y se acercó a grandes zancadas a mí.
No era muy mayor. De unos cuarenta años. Cabello rapado al cero y mirada agresiva. Arrugas muy marcadas en su rostro mostraban el duro trabajo al que se dedicaba.
Su carraspada voz, que rozaba lo parecido a estar afónico me despertó de mi escaneo. Respondí con una sonrisa y le tendí la mano mientras me presentaba.
– Encantada soy Emily – miró mi mano con desprecio y puso los ojos en blanco. Ignoré esta falta de respeto y continué – Verá, debo ir a una isla que no hay muy lejos de aquí, y me preguntaba si usted podría llevarme. Le pagaría muy bien.
– No soy un taxi, ¿entiende? – dijo mirándome de arriba a bajo – Aunque depende de donde se sitúe me podría ir de paso. ¿Tiene la posición del lugar?
Le tendí el mapa y con el dedo le señalé el punto exacto. Se rascó la barbilla y me miró de reojo. Fue a su cabina y sacó unos amarillentos papeles de un cajón. Les echó un vistazo y volvió.
– Creo que podré acompañarla. Pero le saldrá por unos... cincuenta pavos.
Estaba claro que no me iba a salir barato. Saqué mi cartera y le tendí el dinero pedido.
– ¿Y cuándo zarpamos?
– Ahora – dijo con contundencia.

Cuanto antes nos fuéramos sería muchísimo mejor. Salté de nuevo al camino de madera y le tendí mi maleta. Me senté encima de unas cajas de metal que tenía apiladas y me puse a leer otro fragmento del diario.
14 de Mayo de 1856
El día ha transcurrido bastante lento a mi parecer. Los padres de Amanda Rose han querido comenzar la búsqueda del cuerpo de su hija. Pero sus intentos han sido fallidos, ya que la bajada del acantilado era muy peligrosa. Han suplicado miles de veces, pero todos con gran tristeza en sus corazones lo han negado. El trabajo de los padres adultos sigue en la construcción de las casas, y las mujeres y niñas seguimos plantando alimentos en la gran explanada de la montaña. Hoy no he visto a Jack, seguramente esté ayudando a los padres. Por hoy no tengo nada más que explicar. Buenas noches.
Juliett

Pasé la página y seguí leyendo.
16 de Mayo de 1856
Anoche no pude escribir por qué desapareció otro joven. Esta vez fue Olmes, el hijo de McDemon. Y nos embarcamos en su búsqueda. Pero nada. Ni rastro. Desapareció del mapa. Estoy comenzando a asustarme. Ya es el segundo. Aunque, Amanda calló por el acantilado, o eso creemos. Y en cambio Olmes desapareció después de cenar, mientras daba de comer a los caballos.
Olmes era un año menor que yo. No había hablado mucho con él, pero Jack sí. Se me hace extraño hablar en pasado del pobre chico. Mis padres junto a los otros han decidido que pondrán horas de entrada y salida de las casas o el poblado, y que siempre deberemos ir acompañados. Estuve más que satisfecha con esa decisión. Al menos podría dormir mejor esta noche. Mañana iré a dar un paseo por la playa. Vendrán otras chicas, las hijas de los amigos de papá, junto con los chicos.
Buenas noches. O eso creo.
Juliett

17 de Mayo de 1856
Por la mañana fui con las chicas hasta la playa. Allí ya esperaban algunos de los chicos, entre ellos Jack. Le saludé y me acerqué. Me cogió de la mano y nos sentamos en la orilla. Me explicó la relación que tenía con Olmes. Eran grandes amigos y estaba muy triste por su ausencia precipitada. Yo notaba cuando Jack se sentía angustiado y por desgracia, esta era una de esas veces. Le abracé y le dije que le encontraríamos, fuera como fuera. Quería tanto a Jack que si él sufría yo lo hacía junto a él también. Poco después sonó la campana que provenía del pueblo. Era hora de volver. Me acompañó a casa, la cual ya estaba acabada, y nos despedimos. Por la tarde ayudé a mi madre en el pequeño jardín que teníamos detrás de casa. Y tras cenar leí algo de mitología. No ha sido un día muy diferente a los demás, pero ha estado bien la conversación con Jack. Estoy algo cansada.
Juliett

18 de Mayo de 1856
Hoy...
No me dio tiempo a seguir leyendo. El grito del pescador me despertó de mi imaginación. Me avisaba de que se acercaba una tormenta y que no podía seguir más allá. Me levanté y miré hacia donde señalaba su dedo índice. Podía ver la orilla de la playa a menos de quinientos metros. No quería dejar escapar esta oportunidad ahora que estaba tan cerca.
– ¿Tiene un bote? – le pregunté.
– Sí, pero... No creo que sea buena idea que vaya allí. Esa isla no trae nada bueno, hay muchas historias no muy agradables de allí – sin hacerle caso guardé el diario en mi mochila e hice rodar la manivela que hizo que el bote cayera al mar. Cogí mi maleta y salté a la pequeña embarcación - ¡Ese bote es mío! – chilló el pescador. Pero yo tomé un remo en cada mano y comencé a remar hacia la isla.
Cuando aún oía sus gritos estaba a unos cien metros de la arena que cubría la orilla. Estaba muy cerca de descubrir mi pasado y de retomar una vieja amistad que al parecer había perdido en mi infancia. ¿Podría ser que mis padres estuvieran vivos? Sería una posibilidad. Pero solo lo descubriría si conseguía llegar hasta la isla y adentrarme en aquel pueblo donde se encontraba la tal Alexa Stone.

Noté cuando la barca freno en la arena de la orilla. Dejé los remos a cada costado de la embarcación y bajé de ella. Cogí la maleta y anduve por la playa hasta llegar a un camino de guijarros custodiado por antorchas. Al lado de una de las antorchas pude ver una silueta que se difuminaba por la calor de las llamas. Fui acercándome poco a poco y distinguí una chica morena.
¿Sería Alexa?


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